El suelo y la vid.

Al igual que sucede con el clima, la vid posee una enorme capacidad de supervivencia en gran diversidad de suelos, siempre que no sean excesivamente húmedos. Hay que tener en cuenta, que no solo el tipo de suelo en el cual está plantada la uva es el factor que interviene en el resultado final del vino, pero por descontado, es uno de los principales.

Teniendo en cuenta esto, podemos clasificar los suelos en tres tipos principales:

1. Suelos arenosos: Se suele conseguir una maduración más rápida. Los vinos resultan muy aromáticos pero con un sabor en la boca mucho menor.

2. Suelos arcillosos: Presentan más capacidad para retener nutrientes y agua. Ofrecen vinos elegantes, con estructura, ya que los ciclos de maduración son más largos

3. Suelos calizos: El resultado son vinos de buen contenido alcohólico, con baja acidez y de una muy buena calidad.

También tenemos otros tipos de suelos como pueden ser granítico y el pizarroso, pero estos tienden a ser mucho más pobres.

En estas tres fotografías que tenemos aquí, vemos las grandes diferencia que hay entre ellos. La primera es de un suelo arenoso, la segunda uno arcilloso y por último un calizo.

También aprovechando para enlazar temas, hay que tener en cuenta que el ciclo del nitrógeno (del cual hablamos en otro apartado) aumenta el vigor del suelo.

Y sabiendo esto ahora, ¿dónde plantarías tu viñedo?….